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Corazón caníbal


Podría leerse en Corazón caníbal de Ítalo Sciaraffia un retorno al camino de los románticos para reivindicar, desde el presente, la emotividad sincera y palpitante como fundamento poético. ¿Cómo se hace de ello una vía de entrada a nuestro tiempo? ¿Por qué poesía amorosa hoy, aquí? ¿Por qué este antiguo vínculo, lejos de disolverse, prolifera y sigue proliferando en la poesía y en la música? Un poeta es el que contesta a su presente -y a los horrores de su presente- con la marca de la ternura y del amor. Necesitamos ese dolor y su verdad. Nos anuncia la apertura del poemario: "La poesía es un corazón caníbal, porque es un corazón que come corazones". Dice Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso que en nuestro tiempo -su tiempo- la verdadera obscenidad no es la exposición descarnada de lo sexual o genital, a la que ya estamos habituados, sino la declaración abierta del sentimiento amoroso: ahí radica el goce secreto, ruborizante y lingüísticamente complicado. El verbo, para no amar, se enreda, tropieza, se vuelve cínico y se parodia a sí mismo: no vayas a decirlo en serio. Tan difícil es hablar de amor. La posibilidad que queda es -y reordeno lo anterior- la complicación gozosa de un lenguaje secreto. Este poemario se convierte entonces en una atrevida aventura: la de nombrar el amor. Dice Zurita: "Todo amor es urgente porque nos vamos a morir" ¿Para qué poesía amorosa entonces? Responde en este libro Ítalo Sciaraffia: para comer(nos) los corazones, que es lo que más queremos, lo que más necesitamos. RODRIGO GONZÁLEZ
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